07 abril 2006

Wexford: final de etapa


Salí de Wicklow ilusionada por nuestro próximo destino. Será porque estoy acostumbrada a vivir al lado del mar, pero pensar que llegaré a una ciudad marítima siempre me parece una meta real. Mientras no haya mar sigue el viaje; si el mar está allí es que llegamos a alguna parte y empezamos otra etapa. Wexford era eso: el final de la primera etapa y el inicio de la siguiente.
La ciudad se desplegaba desde el puerto que, pese a estar en pleno agosto, emanaba como todos los lugares costeros de Irlanda una enorme tristeza. Supongo que es por la luz, no es una luz clara como la del mediterraneo, sino una luz tamizada por las nubes que se refleja en un mar gris. Creo que es para paliar este efecto que las casas están todas pintadas con estos colores fuertes, vivos, casi brillantes.

Esa noche decidimos darnos un lujo y dormir en una pensión. Pagamos una barbaridad por un dormitorio sin baño y con la cama rota. El dueño era un viejo vividor que chapurreaba español. Al día siguiente decidimos quedarnos un día más, pues en la radio anunciaban fuertes vientos. Dejamos la pensión y nos fuimos al camping, un balcón al oceano.

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